Amanece. Tus sentidos se despiertan ante la inmensidad que te rodea.
Allá donde posas tu atención un nuevo destello, un sonido diferente se abre para tí. ¡Hay tanto por descubrir!
Sacúdete las rutinas para lanzarte ligero a la aventura de descubrimiento que es el nuevo día.
Una fuerza misteriosa recorre los quietos campos invernales. El Sol ha vencido a la oscuridad y la vida resucita. Una explosión de energía brotó las semillas y devolvió las hojas a los árboles dormidos. El Ser se despliega en innumerables formas; lo nuevo toma el relevo y reina en un mundo joven. El pasado no existe, y el presente es tan intenso que no hay espacio para perderse divagando futuros.
El tesoro de la primavera
El tesoro de la primavera es vivir el presente. Entregarse a cada instante con decisión y alegre confianza. Si el invierno era el orden, la austeridad de lo esencial, la primavera es la pasión del descubrimiento, la osada exploración de las fronteras; no hay barreras para la curiosidad del niño. Celebramos que estamos vivos. Celebramos nuestra forma humana, los dones de que disfrutamos; un cuerpo, sentimientos, razón y palabra, manos para construir, dibujar, tañer un instrumento… La capacidad de sentir placer y de ser avisados mediante el dolor; la flexibilidad para cambiar y adaptarnos armónicamente a lo que nos rodea…
Aprender es un juego
Venimos de la serena oscuridad de la semilla. Hemos salido a la luz en un mundo nuevo y deslumbrante. Empieza la aventura de conocer -y conocerse- en este nuevo mundo. Aún no se han asumido rutinas que limiten lo que podemos experimentar. Percibimos sin tapujos, abiertos a conocer, y no dándolo todo por sabido. Jugando aprendemos a desenvolvernos y desarrollamos habilidades. Aprender con gozo es jugar. Estamos tan llenos de vida que la osadía es un impulso espontáneo. Y la libertad de movimientos, el acercarse a todo sin prejuicios y disfrutar como niños, nos ha hecho herederos de este Paraíso del cual también somos parte.
Crecer y multiplicarse
El impulso creador del Ser es la Vida. Y las innumerables manifestaciones de la Vida poseen ese mismo impulso creador; desplegarse cada uno con su forma y matiz y ser vehículos para traer nuevos seres a este mundo. Y los humanos también nuevas obras, melodías, hogares, esculturas, mensajes, danzas irrepetibles… elaborados desde la celebración de estar vivos, desde el gusto por explorar, por usar los dones con los que hemos llegado a este planeta.
Cómo encontrar el tesoro de la primavera
Los actos de osadía nos hacen atravesar algún límite: de importancia personal (temor al ridículo), mental («no soy capaz…»), físico, emocional (incapacidad de expresar los sentimientos). Actúa impulsivamente, confiado en la fuerza que da el arrojarse sin medir la resistencia de los obstáculos. Atrévete a realizar algún acto de osadía, aunque sea pequeño; derribar un límite de los que creas tener. Experimentarás que el valor de arriesgarte hace brotar en tí la fuerza que yacía dormida. La energía que inunda el cuerpo renacido (la purificación invernal ha preparado el organismo), impulsa a la actividad, a la danza, un dinamismo alegre y despreocupado. Déjate llevar por el movimiento y descubre que ello te regala más vitalidad. Practica la danza libre, cuidando que la musculatura se suelte, atento a las tensiones para relajarlas con el movimiento; siente todo el cuerpo y realiza movimientos desacostumbrados. Las rutinas son hábitos que se repiten de la misma manera y con horario determinado; también son rutinas de pensamiento, filtros inamovibles para entender la realidad. Si llenamos con ellas el presente no queda hueco para la improvisación y la sorpresa. Lo más maravilloso puede llegar sin enterarnos. Convierte el presente en un acto de creatividad constante. Cada gesto, cada acción es una obra de arte, una danza que expresa el milagro de estar vivos y de poseer un cuerpo. Descubre la belleza que destila todo y embriágate con ella. Pero cuida que la impulsividad y el arrojo no deriven en ceguera o tozudez. Que el dinamismo no degenere en prisa o impaciencia… No malutilices tu energía atacando al otro; empléala en detener a tus peores enemigos: la ira, la violencia, el egoísmo… lo que te aleja de sentirte bien contigo mismo. Para acercarte al espíritu de la estación, siembra una semilla y cuídala, atento a su crecimiento. Aprende de la Naturaleza, que no duda en hacer brotar la simiente.
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