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Las Psicoterapias Humanistas y una de sus vertientes, la Psicología Transpersonal, comenzaron a hacerse patentes en California en los años 60. Con Aldous Huxley a la cabeza de un movimiento que se llamó movimiento del potencial humano y junto con otros grandes visionarios, se fundaba el Instituto Esalen en California; un centro residencial destinado a ofrecer cursos de desarrollo personal y acercar a las personas a experiencias trascendentes y estados no ordinarios de conciencia. Una Universidad dónde primaba experimentar con herramientas que trascendían a la Psicología vigente. Huxley, uno de sus fundadores, cuyas obras más veneradas fueron “Un mundo feliz” y “Las puertas de la percepción” –donde relataba de modo autobiográfico lo que experimentó en una toma de LSD-, afirmaba que tenemos una percepción limitada de la realidad, existiendo una realidad no sensorial más real que la material.
Por primera vez, la Psicología no se centraba en la patología o psicopatología como epicentro, sino que llevaba las miras a la realización del ser humano, hacia todo lo que puede llegar a ser y que potencialmente es. Casi todos los grandes psicólogos de esas décadas y algunos de los pensadores que han marcado el pulso de la Psicología en la actualidad, vivieron y/o trabajaron en Esalen. Entre ellos cabe destacar a Maslow(“Psicología de la autorealización”), Alan Watts (Psicología Transpersonal integrativa de oriente y occidente), Fritz Perls (“Gestalt”), Carl Rogers(“Terapia centrada en el cliente”), Stanislav Grof (“Respiración holotrópica”) Joseph Campbel (“estudioso de la cultura matrística, los mitos y la antropología”) Claudio Naranjo (SAT) o Carlos Castaneda (“Antropología chamanística tolteca”). Pero Esalen iba más allá, no se dedicaba sólo a cambiar el ser humano, quería cambiar el mundo, el nuevo paradigma que se estaba fraguando y cuyas calderas se encendieron en gran parte en Esalen, se llamaba “La Conspiración de Acuario”. Para comprender en amplitud este movimiento que cambió definitivamente la forma terapéutica de acompañar, os remito al libro llamado así, de la autora Marilyn Ferguson, publicado en España en Editorial Kairós. Es fascinante para los amantes de la comprensión de cómo la sociedad puede pasar de un paradigma a otro más amplio y consciente.
La terapia que añade más normalidad a la grandeza que es la vida, aquella que solo ofrece contención, control, represión…no me interesa. A los Psicólogos los forman prioritariamente para llevar a los pacientes a ese “modelamiento” o “condicionamiento”, o para aplicar un método empírico y  mesurable, que dé explicación a la complejidad de la naturaleza humana. Los psicólogos de esa época, embebidos por todo el cambio social en el que estaban, llegaron a la conclusión de que la vida era mucho más amplia, que muchas culturas “primitivas” donde se dejaba espacio para el trance y la ceremonia, eran en muchos aspectos más sanas y cuerdas. Descubrieron, pues fueron buscadores, receptores y estudiosos de oriente y de lo chamánico, que lo espiritual no podía separarse del estudio de la psique, ¡siendo psique alma!
Muchos antes se habían desviado del sentido original de la propia ciencia social que querían convertir en empírica por todos los medios y en medio de ese cientificismo, nació un movimiento equilibrador que hablaba de meditación, rito, estados amplificados de conciencia, potencial…hablaba de autorrealizarse y reconocer el ser más allá de la máscara o ego.
Personalmente es esa la psicología que me interesa. Es ese el acompañamiento que me interesa.
Participar en la Escuela de Psicología Transpersonal llamada «Escuela de Navegantes» fundada por Mei y capitaneada por el psicólogo Jesús Mier fue una experiencia altamente enriquecedora que proporcionaba esa visión acorde con lo humanístico transpersonal. Lo que más me gustaba de la Escuela era su diversidad, podía beber de todas las fuentes, de muchas terapias o disciplinas tradicionales, pero lo que primaba era “ir más allá de los personajes fraguados”, hallar ese espacio de unicidad con la experiencia trascendente o “experiencia cumbre” como lo llamaba Maslow, navegar por estados alterados de conciencia para acceder a ese potencial, manifestarlo y arrojar conciencia a través de esas experiencias. Descubrí que habitar un estado de conciencia amplificaba podía transformar, no tanto la realidad, pero sí la percepción de la misma. Que podemos aspirar a cambiar la realidad, realizando el cambio en nosotros mismos.
Así, se podían emplear meditaciones de Osho, de Bioenergética, de Yoga, Viaje Guiado, Respiración Holotrópica, técnicas chamánicas (la mayoría sacadas de los libros de Castaneda, como la Recapitulación), relajación, rituales de Escuelas Mistéricas Tebanas, Psicomagia, meditación Zen, en movimiento, con música, en el bosque….todo ello salpicado de largas caminatas por la naturaleza,  -río, mar, cuevas, montañas…-,  recorriendo los territorios externos como si fueran internos. Pude captar en esos años que realmente todo era un lenguaje maravilloso y que podía entresacar de cada experiencia, crecimiento. No era todo de color de rosa, caminábamos hasta el límite, hacíamos yoga hasta sudar, nos acechábamos constantemente sabiendo que el ego siempre busca manifestarse, bailábamos hasta reventar, pasábamos horas cantando o tocando instrumentos, caminábamos en fila con los ojos cerrados en medio de la noche por lugares desconocidos, buscábamos estados no ordinarios o amplificados practicando respiración holotrópica o haciendo Hadras (respiración de la vía sufí que intercala recitación de nombres sagrados con movimiento y respiración)…. Ahí se hallaba el ser, cuando el ego alcanzaba cotas altas, la mente aparecía, y traspasada la resistencia también aparecía la puerta y podía cruzarse el umbral. La experiencia extática llegaba y sanaba.
De alguna manera, cuando nació la Escuela en los años 70 era el pequeño Esalen español, muchos grandes promotores del cambio de esa época bebieron de ella, algunos escribieron libros y otros, desde una posición encubierta, fueron impulsando el cambio social, también eran visionarios y abarcaban diversos campos. Se autodenominaban “Navegantes”, aludiendo al término Psinaúticael arte de navegación psíquica. Muchas de las personas más fascinantes que he conocido en mi vida, habían participado en la Escuela y habían aprendido en ella. Muchos nombres anónimos que en la búsqueda del camino sin ego huían de la notoriedad e incluso vivían como ermitaños, que se movían por la cultura subterránea. Otros, músicos, artistas, psicólogos infiltrados en la universidad, poetas, yóguicos, sanadores, magas, astrólogos, que sostenían la mirada clavada desnudándote, con los cuáles se podía hablar desde ese lugar donde un fuerte bagaje intelectual, se combina con una sadhana (itinerario espiritual) y un “sin máscaras, mejor”. Y comprendí hasta qué punto los modelos arquetípicos inspiran.
Muchas de las técnicas que empleo en mis cursos y formaciones los aprendí en esta Escuela, otras las adapté y muchos otras son de cosecha propia o nacen de la pura espontaneidad de lo que el círculo necesita en ese aquí y ahora. Pues cuando has experimentado junto con un grupo de personas que puedes crear un laboratorio de exploración de los mapas de la psique y el tiempo juntos se emplea en eso, la creatividad comienza a fluir, cuando descubres que las técnicas funcionan solo si el desde dónde es el adecuado. Cuando damos de verdad con ese desde donde, las técnicas se ponen a su servicio.
Descubrí el poder de la escucha sin palabras, pues cuando estaba en medio de una catarsis emocional, de un trance o de un estado meditativo, me sentía más acompañada cuando ese silencio era neutral y desde ahí podía reconocer mis miedos más terribles, mis sentimientos más bajos, contemplar los vericuetos de mi mente como la gran engañadora, ver mi ego en toda amplitud o experimentar que entraba en un espacio de comunión con todo lo que me rodeaba, en definitiva, desnudarme y poder abrazar mis sombras más profundas y mis cotas más elevadas, sin avergonzarme ni por lo uno ni por lo otro.
Y no es que no considerara las palabras importantes, pero en un mundo lleno de palabras y de opiniones, ese desde donde daba permiso de que se hablará, como dice el dicho “solo cuando tus palabras sean más importantes que el silencio”. Cuando las palabras nombran e invocan, desvelan e iluminan, muestran el engaño y ofrecen la llave, las palabras son necesarias. En este mundo, una porción de silencio verdadero, es un regalo incuestionable.
La Escuela es un lugar donde aprendí el `poder de la «escucha silenciosa».
La Escuela de Navegantes es laboratorio donde se aprende a poner al Observador al servicio de la vida.
Donde se comprende que hay un orden implícito en la psique, unos mapas de referencia para usar la brújula y encaminar el timón.
Un buen puerto nos espera.
¿Navegas?
Sofía Gutiérrez.