Cada estación tiene su tesoro, una ventana abierta a cada punto cardinal desde donde asomarse a la Vida.
El ser humano es un microcosmos sujeto a las mismas leyes que el resto de la Creación. También en nosotros el cambio es la regla. Mas podemos aprender a manejar, en armonía con tales leyes, las situaciones y estados con los que nos encontramos. Para ello hay que prestar atención a los cambios físicos y anímicos que en nosotros se suceden, y adaptarse a ellos, procurando atender las señales que el cuerpo nos transmite. De esta forma aprenderemos a llevar las riendas de nuestros procesos. Esta es la propuesta de estos artículos: conocer los ciclos por los que pasamos y encontrar el tesoro de cada uno, sin caer en su lado ingrato. Para ello utilizaremos el marco de las cuatro estaciones, que nos servirán como mapa para describir las cuatro direcciones del mundo interior.
Mirándonos en la naturaleza
Si observamos con neutralidad la Naturaleza descubrimos que el cambio es el fundamento de lo vivo. Todo está en constante movimiento. El amanecer sucede a la noche. Las plantas crecen, florecen, dan fruto y se marchitan para perpetuarse en las semillas que dejaron… Las estaciones transcurren cambiando el clima, la vegetación, las costumbres… y nosotros las habitamos, adaptándonos y sacando provecho de cada una, pues todas ofrecen algo único.
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